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albondiga

albondiga

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

El caos causado por el desmayo de Neil se intensificó cuando Adru se duplicó. Nime gritó del susto al darse cuenta, pero luego vio que una de las Adrus ni siquiera se movía. No era real, pero tampoco entendía de qué forma. Milo decía que lo de Neil tenía que haber sido causado por Zob, y a Nime le dio pena al mirarle, no parecía encontrarse muy bien. Y no lo estaba juzgando siquiera por sus cambios.

Lo que sí empezó a quedar claro para la niña era que, como habían hablado, seguían siendo ellos mismos. No eran como aquel nublino que había mordido a Rox. Por ejemplo, Rena imponía, pero estaba cuidando de todos aunque no pudiese hablar, así que estaba claro que seguía siendo ella. Lo que no tenía claro aún era de quién eran las manos azules. Por un momento pensó si el torreón estaría vivo, si lo había estado todo ese tiempo, desde que las paredes les habían hablado.

¡Es verdad, Eitne! —La bestia en que se había convertido el daeliciano estaba entusiasmada. Nime se había dado cuenta por primera vez de que había recuperado su pata trasera, y por fin encontró algún motivo para sonreír. Necesitaba mandar al cuerno los prejuicios que le causaban los cambios que estaba viendo a su alrededor. Ella misma todavía no se había contemplado en un espejo.

Entonces la cáscara de Pelusa empezó a resquebrajarse. Por un momento, en aquel caos, Nime se había olvidado de ella. Sintió un alivio enorme al darse cuenta de que debía ser una especie de pupa, y no una transformación literal en aquella cosa. Y además, Neil ya parecía volver en sí. Nime se levantó del sofá y se acercó a la mona del queso, que terminó de salir de la crisálida mientras se acercaba.
¿Estás… estás bien? Pelusa… ¡tienes alas! —Fue lo primero que vio al acercarse a ella, un enorme par de alas de mariposa como el cielo nocturno con detalles púrpura. Le parecieron muy bonitas.

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